jueves, 24 de abril de 2014

"GRAFITTI" CONTRA EL NUEVO ORDEN MUNDIAL

Un buen día de septiembre de 2012 amanecía como siempre en Londres, y el grafitero Kalen Ockerman (de nombre artístico Mear One, procedente de Los Angeles, y de cuya obra presento una pequeña muestra ilustrando el artículo), salía de su casa decidido a hacer algo que llamara la atención de la gente y despertarse la reflexión sobre temas que importan, como dice el propio artista, que son los temas del nuevo orden mundial; de cómo unos pocos viven sus cómodas vidas a costa de la mayoría, y de cómo prolongar el rollo.


Se paró ante un pared en la calle Hanbury del área de Brick Lane, en East End, zona predominantemente musulmana en la que hasta los años sesenta se encontraba una próspera comunidad judía, y decidió que ése sería el lugar de su nuevo mural.

 A lo largo del vídeo publicado por Mear One en el que se muestra el proceso de creación del mural, el artista va describiendo sus razones para hacerlo, la relación con la gente que se paraba a verlo y la sorprendente experiencia que supuso la realización del grafiti. Desde luego, llamaba la atención. Y se la llamó a las cientos de personas que pasaron por la calle Hanbury durante la semana que duró intacto, que se detenían a observar, a preguntar o a seguir de largo.

 

 En el mural aparecen unos señores mayores con pinta de banqueros sentados en torno a un tablero de monopoly que se apoya en las espaldas de la clase obrera, queriendo representar cómo unas pocas familias multimillonarias juegan al monopoly con el mundo y las vidas de la gente normal. Al fondo, preside la escena la pirámide illuminati con el ojo místico que todo lo ve –símbolo ancestral de estas poderosas familias–, y a ambos lados hay unas centrales nucleares contaminando la Tierra. Según relata Mear One en el vídeo, al principio mucha gente mostraba rechazo y odio hacia el símbolo del ojo que todo lo ve, porque decían que era un símbolo de su opresión. No percibían en absoluto el mensaje del trabajo hasta que vieron el grafiti completo, con los opresores jugando al monopoly con la gente, y escucharon las explicaciones del artista; su intención era denunciar a esos banqueros multimillonarios, provocar el debate y fomentar el pensamiento crítico.

Para sorpresa de todos, algunos políticos protestaron por el mural, tachándolo de antisemita y de propaganda nazi, –como lo oís–, y reclamaron que fuera borrado. Según las noticias que aparecieron sobre el tema en diversos medios, el consejo de East London’s Tower Hamlets dijo que había recibido numerosas quejas por el mural y lo declaró antisemita. El concejal Peter Golds –alucinad–, dijo que era “intensamente racista y muy ofensivo, horriblemente similar a la propaganda que se usaba en la Alemania nazi del Tercer Reich”, y que el grafitero Mear One debería ser juzgado bajo las leyes contra el racismo, osea, que debía ir a prisión porque había cometido un delito racista. Vaya cara. Mear One, evidentemente, negó que su mural fuera antisemita. Alguno de los banqueros que aparecen en el dibujo podría recordar al estereotipo del banquero judío, anciano y de larga barba, pero el resto son señores mayores normales, de traje y corbata. El propio Mear One reconoció que quería que algunos parecieran judíos, puesto que “la banca internacional está compuesta de judíos y blancos anglosajones”.

 No hay nada en el dibujo que dé a entender que estos señores formen parte de un plan de dominación judío, precisamente porque no se está pretendiendo representar eso, sino a una élite de señores mayores que controlan el mundo a su gusto. Da igual si son chinos, americanos, cristianos, satánicos, judíos bigotudos o siervos de Cthulhu: lo que son es ricos y tienen un plan. No tiene ningún fundamento decir que el grafiti es antisemita. No importa que sean o no judíos, no es una cuestión racial, es bastante más alarmante que eso. También podrían las personas con bigote sentirse ofendidas por el mural, porque dos de los personajes llevan bigote. O los calvos. ¿Qué clase de retrasado mental puede pretender echar a la mierda todo el trabajo y el mensaje del grafiti, con la evidente parida que es tacharlo de antisemita? Búsquense una razón mejor para borralo, señores, que la gente no es tan gilipollas como parece.

 Pero aunque no lo sea, no importa. Por lo visto, el poder no necesitaba una excusa mejor (tampoco existía). El mural fue borrado una semana después de su ejecución, y eso que el propio dueño de la propiedad donde fue realizado, Azmel Hussain, lo defendió y trató de que impedir que se borrara. Según declaró, “el mural muestra a los líderes del mundo jugando al monopoly en una mesa que sujetan los contribuyentes”. A Mear One se lo ha entendido mal, o se lo ha querido entender mal. Por si alguien tiene todavía alguna duda de lo que representa el grafiti, no hay más que fijarse en el activista que aparece a un lado con el puño en alto y un cartel que dice bien claro: “El nuevo orden mundial es el enemigo de la humanidad”. Como manifestó el propio artista, “mi mural es sobre clases y privilegios, el problema es que a un grupo de conservadores no le ha gustado y están jugando conmigo la carta del racismo”.

Aquí huele más a censura que a antisemitismo. Azmel Hussain y Mear One no son antisemitas, sino anti nuevo orden mundial, que es una cosa muy real que se está desarrollándo en estos momentos y que encima tiene mucho que ver con el sionismo internacional. Que haber si porque hubiera un holocoausto judío hace más de sesenta años no vamos a poder criticar ahora a un dirigente o personaje poderoso porque sea judío. Parace que ser judío te da vía libre para hacer, decir e imponer lo que te dé la gana. No te metas con Kissinger si no quieres parecer un típico alemán nazi come-niños del Tercer Reich, cojones. Al final el mural fue borrado y pintado de blanco, como podéis ver, pero no sin dejar bien visible la mano que (quizá) ha actuado en la sombra, los verdaderos responsables de que el grafiti fuera borrado.

Ahí ha quedado la pirámide con el ojo que todo lo ve, como una firma de autoría. (Fuente: http://www.nuevoordenmundial.es/) Se paró ante un pared en la calle Hanbury del área de Brick Lane, en East End, zona predominantemente musulmana en la que hasta los años sesenta se encontraba una próspera comunidad judía, y decidió que ése sería el lugar de su nuevo mural.



A lo largo del vídeo publicado por Mear One en el que se muestra el proceso de creación del mural, el artista va describiendo sus razones para hacerlo, la relación con la gente que se paraba a verlo y la sorprendente experiencia que supuso la realización del grafiti. Desde luego, llamaba la atención. Y se la llamó a las cientos de personas que pasaron por la calle Hanbury durante la semana que duró intacto, que se detenían a observar, a preguntar o a seguir de largo.


En el mural aparecen unos señores mayores con pinta de banqueros sentados en torno a un tablero de monopoly que se apoya en las espaldas de la clase obrera, queriendo representar cómo unas pocas familias multimillonarias juegan al monopoly con el mundo y las vidas de la gente normal. Al fondo, preside la escena la pirámide illuminati con el ojo místico que todo lo ve –símbolo ancestral de estas poderosas familias–, y a ambos lados hay unas centrales nucleares contaminando la Tierra.


Según relata Mear One en el vídeo, al principio mucha gente mostraba rechazo y odio hacia el símbolo del ojo que todo lo ve, porque decían que era un símbolo de su opresión. No percibían en absoluto el mensaje del trabajo hasta que vieron el grafiti completo, con los opresores jugando al monopoly con la gente, y escucharon las explicaciones del artista; su intención era denunciar a esos banqueros multimillonarios, provocar el debate y fomentar el pensamiento crítico.


Para sorpresa de todos, algunos políticos protestaron por el mural, tachándolo de antisemita y de propaganda nazi, –como lo oís–, y reclamaron que fuera borrado. Según las noticias que aparecieron sobre el tema en diversos medios, el consejo de East London’s Tower Hamlets dijo que había recibido numerosas quejas por el mural y lo declaró antisemita.


El concejal Peter Golds –alucinad–, dijo que era “intensamente racista y muy ofensivo, horriblemente similar a la propaganda que se usaba en la Alemania nazi del Tercer Reich”, y que el grafitero Mear One debería ser juzgado bajo las leyes contra el racismo, osea, que debía ir a prisión porque había cometido un delito racista. Vaya cara. Mear One, evidentemente, negó que su mural fuera antisemita. Alguno de los banqueros que aparecen en el dibujo podría recordar al estereotipo del banquero judío, anciano y de larga barba, pero el resto son señores mayores normales, de traje y corbata. El propio Mear One reconoció que quería que algunos parecieran judíos, puesto que “la banca internacional está compuesta de judíos y blancos anglosajones”.



No hay nada en el dibujo que dé a entender que estos señores formen parte de un plan de dominación judío, precisamente porque no se está pretendiendo representar eso, sino a una élite de señores mayores que controlan el mundo a su gusto. Da igual si son chinos, americanos, cristianos, satánicos, judíos bigotudos o siervos de Cthulhu: lo que son es ricos y tienen un plan. No tiene ningún fundamento decir que el grafiti es antisemita. No importa que sean o no judíos, no es una cuestión racial, es bastante más alarmante que eso. También podrían las personas con bigote sentirse ofendidas por el mural, porque dos de los personajes llevan bigote. O los calvos. ¿Qué clase de retrasado mental puede pretender echar a la mierda todo el trabajo y el mensaje del grafiti, con la evidente parida que es tacharlo de antisemita? Búsquense una razón mejor para borralo, señores, que la gente no es tan gilipollas como parece.


Pero aunque no lo sea, no importa. Por lo visto, el poder no necesitaba una excusa mejor (tampoco existía). El mural fue borrado una semana después de su ejecución, y eso que el propio dueño de la propiedad donde fue realizado, Azmel Hussain, lo defendió y trató de que impedir que se borrara. Según declaró, “el mural muestra a los líderes del mundo jugando al monopoly en una mesa que sujetan los contribuyentes”. A Mear One se lo ha entendido mal, o se lo ha querido entender mal.

Por si alguien tiene todavía alguna duda de lo que representa el grafiti, no hay más que fijarse en el activista que aparece a un lado con el puño en alto y un cartel que dice bien claro: “El nuevo orden mundial es el enemigo de la humanidad”. Como manifestó el propio artista, “mi mural es sobre clases y privilegios, el problema es que a un grupo de conservadores no le ha gustado y están jugando conmigo la carta del racismo”. Aquí huele más a censura que a antisemitismo.


Azmel Hussain y Mear One no son antisemitas, sino anti nuevo orden mundial, que es una cosa muy real que se está desarrollándo en estos momentos y que encima tiene mucho que ver con el sionismo internacional. Que haber si porque hubiera un holocoausto judío hace más de sesenta años no vamos a poder criticar ahora a un dirigente o personaje poderoso porque sea judío. Parace que ser judío te da vía libre para hacer, decir e imponer lo que te dé la gana. No te metas con Kissinger si no quieres parecer un típico alemán nazi come-niños del Tercer Reich, cojones.


Al final el mural fue borrado y pintado de blanco, como podéis ver, pero no sin dejar bien visible la mano que (quizá) ha actuado en la sombra, los verdaderos responsables de que el grafiti fuera borrado. Ahí ha quedado la pirámide con el ojo que todo lo ve, como una firma de autoría.







(Fuente: http://www.nuevoordenmundial.es/)

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